Como no podía ser de otra manera, las lavanderías surgieron en la poderosa y antigua Roma. Las fullonicas, como así se llamaban, eran un espacio público donde los ciudadanos llevaban a lavar su vestimenta y ropa de hogar. Un hecho poco relevante excepto por el modo de realizar dicha limpieza. Y es que en estas lavanderías o fullonicas ya se empleaba una técnica de limpieza bastante “natural”: la orina era el detergente perfecto para dejar la ropa como nueva. ¿Podríamos hablar de lavandería ecológica?.
El servicio que se prestaba a los clientes era de lo más completo y eficaz. Los empleados, conocidos como fullones, la gran mayoría eran esclavos, ofrecían un servicio de lavandería, tintorería y arreglo de composturas. Una vez entregada la ropa, lo primero que hacían era revisar las prendas y remendar los descosidos. El segundo paso consistía en “pisotear” las telas, es decir, lo echaban en una pila grande donde valiéndose de sus pies lo mezclaban con el producto de lavado. Después, lo ponían a secar y debajo de la ropa colocaban un recipiente con sulfuro, cuyos vapores blanqueaban todavía más. Por último, tocaba planchar. Este proceso se podía realizar de dos maneras: en una prensa o, bien, tensando las telas y sujetándolas con tornillos de madera hasta que quedaran secas.
En las lavanderías romanas también se recolectaba el orín, que era almacenado en recipientes durante días hasta que se descomponía y se convertía en amoníaco. El mismo que mezclado con cal y ceniza pasaba a ser la fórmula ideal para eliminar la grasa, blanquear y realzar los colores de estolas, túnicas o togas.
Os podréis hacer una idea de cómo debía de oler aquello. Tanto es así, que la lavandería más famosa de la ciudad de Roma se llamaba Cloaca Maxima. Pero cabe mencionar, que el término latino cloaca significa desagüe. La Cloaca Maxima no solo era una lavandería, sino que, era un perfecto sistema de alcantarillado construido alrededor del año 600 a.C. Su finalidad consistía en drenar pantanos y limpiar los desechos de la ciudad más importante del mundo antiguo. Según revelaron estudios arqueológicos, esta gran red de canales se mantuvo en pleno rendimiento durante toda la época imperial.
Volviendo al origen de las lavanderías. En las fullonicas se recolectaba tanta orina y funcionaban tan bien, que el emperador Marco Vespasiano (9 a.C. – 79 a.C.) vio la forma de enriquecer las arcas públicas (seguro que esto os suena más) y creó un nuevo impuesto para la recogida de la orina: elurinae vectigal. Este impuesto lo tenían que pagar quienes utilizaban ese pintoresco y “ecológico” detergente, es decir, los clientes. Por lo que, el servicio de lavandería se encareció notablemente, pero no por ello dejó de funcionar.
Poco a poco las fullonicas se fueron convirtiendo en un negocio bastante rentable. Tanto fue así, que los propietarios solían ser los hombres más ricos y poderosos de la ciudad. Ya sabemos que estas lavanderías estaban regularizadas fiscalmente, además, existía una normativa que el propietario y los empleados debía cumplir para evitar una sanción económica. La Lex Metilia de fullonibus (Ley de Materiales de lavanderías), era la ley que definía cómo se tenía que lavar la ropa de lujo de los clientes más ricos. O el Edictum de pretis rerum (Edicto sobre precios máximos), que establecía unas tarifas según cada tipo de tejido y fijaba el precio máximo a cobrar.
No cabe duda de que los romanos nos han dejado un gran legado, pero menos mal que nuestros hábitos de lavar la ropa han cambiado. En Limin Clean, Lavandería Industrial y Autoservicio, no solo hemos evolucionado, sino que, empleamos una técnica de limpieza puramente sostenible y ecológica: ozono como agente blanqueador y desinfectante. La utilización de agua ozonizada está llena de beneficios para todos y para el medio ambiente también. Visítanos en www.liminclean.es y entérate de cuáles son esos beneficios que nos hacen tanto bien.